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Juan Sánchez Kidwell

Cuando pensamos en buscar un espacio de terapia muchas veces damos por sentado que será una mujer quien nos atienda. Pareciera que de una u otra manera, atribuimos la intimidad, las emociones y todo lo que tiene que ver con relaciones humanas al mundo que entendemos como “lo femenino”. Como hombre, reconozco que disfruto los momentos en los que me veo con la oportunidad de poner en acción mi compromiso y pasión al trabajo diario en las diversas posibilidades de encuentros terapéuticos que favorecen todo ese mundo que llegamos a atribuir a un rol femenino.

 

Pasar por este mundo nos llena de experiencias que pueden ser difíciles de transitar, sobretodo, si no contamos con los elementos para hacerlo. El proceso de compartir nuestras vivencias en espacios terapéuticos (sea en procesos individuales, de pareja, de grupo o constelaciones familiares) nos ofrece la posibilidad de estar acompañados, sentirnos entendidos y con la opción de ser confrontados. Incluso, éstas vivencias nos alimentan para entender mejor de dónde venimos y al mismo tiempo, construirnos hacia nuevas posibilidades de vivir.

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Todos los días en los que trabajo ya sea en terapia individual, de pareja, facilitando grupos de terapia o haciendo constelaciones familiares, me siento contento de poder acompañar a quien me consulta, desde mi único e irrepetible lugar en el mundo. Y no sé si esta visión me la heredaron mis padres, cada uno de cultura y nacionalidad distintas, o si la integré formalmente a través del estudio y la práctica…quizá ambas. Y al mismo tiempo es posible que existan muchos otros factores pero lo que sí sé es que me siento con el deseo y satisfacción de ponerlo al servicio del otro.

 

Reconozco que mis vivencias personales combinadas con el trabajo emocional continuo y mi preparación profesional, constituyen una parte esencial de mi acompañamiento terapéutico. Mi pasión y curiosidad hacia los seres humanos y sus procesos mentales, emocionales, de desarrollo y de toda la gama de posibilidades que tenemos, han favorecido mi dedicación para acercarme de muchas maneras a la comprensión de lo que nos sucede en nuestro transitar por este mundo, así como mi deseo de acompañar a quien así lo necesite. Como lo dijo alguna vez Carl Rogers: “nada de lo humano nos es ajeno”.

Juan Sánchez Kidwell, Licenciatura en Psicología por la Universidad Intercontinental. Maestría en Análisis Existencial, Especialidades en Enfoque Centrado en la Persona, Psicoterapia Gestalt, Constelaciones Familiares y Terapia de Grupo por el IHPG (Cuernavaca y Coyoacán). Psicoterapeuta con experiencia en adolescentes, parejas y adultos.


En Agalma se dedica a Psicoterapia Gestalt, Constelaciones Familiares, talleres y pláticas.

Valentina Pérez Rodríguez

A los cinco años pasé por un proceso psicoterapéutico porque en la escuela pensaban que no tenía la madurez suficiente para entrar a la primaria; mis papás no estaban tan seguros de eso y querían una opinión profesional. Mi recuerdo del consultorio al que me llevaron, algunos de los juguetes y de los juegos de ese proceso me han acompañado toda mi vida; no recuerdo a la terapeuta pero si cómo me sentía estando ahí: me gustaba, me sentía segura y tranquila.

 

Al terminar aquel año escolar mi ingreso a la primaria sucedió sin problemas. Haber tenido esta experiencia terapéutica, favoreció la adquisición de herramientas que me apoyaron para vivir una infancia fortalecida.

 

Lo anterior, influyó determinantemente al momento de elegir carrera, pues estos aprendizajes  me sugerían que al transitar por la niñez, todos pasamos por momentos que pueden marcarnos. Yo deseaba estar ahí para ser y hacer una diferencia, así como alguna vez lo fueron para mi.

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El contacto con niños para platicar, jugar y/o simplemente observarlos constituye una manera de acercarme a saber más sobre la infancia y la forma en que su mundo se crea.

 

Al sumar estudios, aprendizajes y experiencias, mi interés se ha ido ampliando en ramas que están fuertemente vinculadas a los niños y sus entornos. Reconozco hoy, con la experiencia de ser mamá, que no es sencillo y que la crianza de los hijos implica muchos retos, momentos cruciales y significativos. Por ello, considero importante caminarlos acompañados, y a veces, con ayuda de quienes dedicamos nuestra vida y pasión a ello.

 

Por ahora, el énfasis de mi vida profesional va encaminado a acompañar a los niños en procesos que puedan resultarles complicados y orientar a padres en etapa de crianza.

Valentina Pérez Rodríguez, Licenciatura en Psicología por la Universidad Intercontinental. Maestría en Avances de la Clínica Psicoanalítica de niños y adolescentes por la Universidad de Barcelona. Pasante de la Maestría Psicoterapia Psicoanalítica de la Fundación Vidal i Barraquer. Psicoterapeuta psicoanalítica de niños y adolescentes, así como psicóloga escolar con experiencia en niños y adolescentes con necesidades educativas especiales.


En Agalma se dedica a Psicoterapia Psicoanalítica, Psicodiagnóstico, talleres y pláticas. 
 

Julio César Rueda Contreras

Desde los quince años empecé a buscar fórmulas y soluciones que me ayudaran a sentirme en mayor control y regulación con respecto a la forma en la que estaba experimentando y resolviendo mi realidad: el miedo, la alegría, la tristeza, el enojo e incluso el amor y el sexo, se desbordaban en sensaciones de exceso de frío, de calor,  mareo o sentir que, por momentos, no era yo quien estaba ahí. Al paso del tiempo, puedo ahora reconocer que todo esto no era en vano: tenía nombre y motivos para que así sucediera.

 

Comencé a explorar entre varias fuentes: algunas las buscaba, otras llegaron a mí (personas, libros, experiencias, etc.); no lograba entender porqué me sentía así, tanto si era diferente a los demás o al contrario. Fue entonces que decidí estudiar  filosofía, obteniendo algunas respuestas y muchas más preguntas.

Después de un tiempo, seguía en conflicto con mi realidad….. y harto de ello.

 

Detuve la búsqueda y elegí otra área del conocimiento, una que parecía más acorde a todo lo que me decían, escuchaba y apuntaba que debía ser, en  apariencia, una fórmula tranquilizadora. Así fue que permanecí enfocado en aquello que me llevara a cuadrar los elementos para esa fórmula. Pero años después, todas aquellas sensaciones y sentimientos regresaron: no se habían atendido como en verdad necesitaban. Aparecieron en forma de crisis y las personas a mi alrededor me las señalaban como llamados de atención para voltear a ver eso que quería dejar olvidado con aquella fórmula.

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No fue hasta que me recomendaron un instituto (posteriormente se volvió mi lugar de formación) y encontré cauce para hacer algo con toda mi angustia, vacío, evasión, abusos y desazón de la vida. Además, fue grato encontrarme en resonancia con otras personas y experiencias similares a las mías. Sin saberlo aún, ahí empezaba mi camino como terapeuta…

Cada individuo tiene el derecho de encontrar su propia fórmula, única e irrepetible, para hacer de su experiencia con la vida, lo más cercano a la paz, plenitud, aceptación y felicidad que sean necesarias. Incluso, obtenerlos cuando aparentemente no existan razones o méritos para tenerlas. La reconciliación fue un elemento clave que descubrí para mantenerme en este camino llamado vida. Todo esto, me llevó y me mantiene en el compromiso conmigo y ahora con otros, a acompañarles a configurar sus experiencias como lo necesitan para sus vidas.

Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, con estudios en Filosofía y Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es también egresado del Instituto de Gestalt Cuernavaca (Enfoque Centrado en la Persona) y maestro de Reiki por la Hermandad Mexicana de Reiki. Además es practicante e instructor de hatha yoga, habiendo tomado clases y talleres con Abigail Gómez y Julio Ornelas (Surya Cuernavaca), Jivan Vinod, Gabriela Tavera y Michael Ganon, entre otros.


En Agalma se dedica a psicoterapia humanista, yoga, talleres y pláticas.
 

Michelle Whitehouse

Siempre fui una niña demasiado curiosa, recuerdo que antes de la hora de dormir mi papá y yo teníamos 15 minutos para platicar de lo que fuera y yo lo bombardeaba todas las noches con mil preguntas sobre todo lo que nos rodea, la naturaleza, el universo, los animales, el funcionamiento de las cosas y las personas. Esta curiosidad fue evolucionando hasta convertirse en un interés genuino por conocer a aquellos que me rodeaban. No disfrutaba nada más que platicar con mis abuelas sobre todo lo que yo no conocía de ellas y de mi familia y poco a poco fui juntando un rompecabezas que me hacía encontrarle sentido a muchas cosas de mí misma.

 

Así me di cuenta de que me quería dedicar a algo que tuviera que ver con la cercanía con los demás. Por eso escogí la carrera de psicología y posteriormente me fui introduciendo a la psicología positiva, donde aprendí que la ausencia de enfermedad no necesariamente significa salud, y que la ausencia de tristeza no necesariamente significa felicidad.


Para mí no hay nada más satisfactorio que el poder acompañar a alguien en su proceso de conocimiento y crecimiento personal; y me conmueve mucho la oportunidad de estar ahí para alguien que está atravesando por un momento difícil.

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Ilse Salazar

Mi trabajo es atender historias de amor. 

Te cuento que a través de ellas recorro universos y que cada “Había una vez...” me es magnético y estimula todos mis sentidos para vivir el mundo del que cuenta el cuento.

Entender el mundo del otro no es cosa sencilla, hay que tener un alma aventurera, energética e intencionada al viaje, estar disponible para conocer personajes hechos de fantasía y realidad, ser traductora de diversos lenguajes, sostener silencios, llevar como linterna un corazón intuitivo y una mente analítica, saber guardar secretos, tener una creatividad fértil, ser figura femenina y masculina nutricia, desarrollar una empatía amorosa, sembrar preguntas, cosechar respuestas. Fabricar a mano herramientas hechas a medida. Inspeccionar estructuras, cuestionar credos, ser puente relacional entre el yo y lo otro. Matizar dualidades, promover el uso del claroscuro, templar intensidades, motivar el amor, diferenciar el poder.

Ser espejo quieto y agua en movimiento para reflejar deseos fijos y cambiantes, actuar con la velocidad del verano y la lentitud del invierno según lo necesite el que cuenta. Ser serenamente fuerte, compasiva y elegir reaccionar con tranquilidad frente al caos.

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Ser recuperadora de recuerdos, escaladora de montañas de verdad y buza de aguas profundas, obscuras y confusas.

 

Rastrear causas y efectos, teletransportarse en tiempos verbales, cuestionar incansablemente certezas.

 

Ser acompañante de muertes y renacimientos, y villana por llevar a lugares que no gustan, para atravesar sombras y regresar con luces, tejiendo hamacas calmantes de angustias para descansar en el camino. 

 

Portar la esperanza como estrella guía y traer la mochila llena de símbolos, metáforas, mitos, arte, relatos, personajes, teorías, preguntas, enigmas, sueños e intuiciones. Ser maestra y aprendiz eterna.

 

Ser conocedora de mi propia historia y diferenciar lo mío de lo del otro.

 

Saberme una sanadora herida.

 

Ser testigo de transformaciones y admiradora de finales felices.

Esto para mí es ser Psicoterapeuta.

 

Si tienes relatos a los que no has dado voz o no has encontrado una escucha ¡ven y cuéntame!, como te decía, atiendo historias de amor.   

Claudio Argote Cortés

Muchas veces mi curiosidad me ha llevado a recorrer nuevos caminos, esto me ha dado la oportunidad de descubrir y aprender cómo me vivo. Uno de estos caminos ha sido la psicología, al principio me enfoque en mi desarrollo personal buscando herramientas de vida que me permitieran dedicarme a psicoterapia a la cual me dedico de tiempo completo.

Ahora bien, si me preguntaras que me hace dedicarme a la psicoterapia, te diría que los hago por vivenciar la creatividad que tenemos todos los seres humanos, la cual no me termina de sorprender y de darme grandes satisfacciones. Compartir con mis consultantes su creatividad me ha permitido ver la autoregulación, la consideración, la capacidad de reinventarnos y por sobre todo la capacidad de vivir en una sensación de bienestar. Este acompañar en el descubrimiento de herramientas de vida se ha convertido un sentido de vida para mí, lo cual me hace sentirme agradecido y muy afortunado.

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Toda mi vida he practicado algo de deporte, desde un nivel amateur, hasta un nivel de alto rendimiento. En el deporte realice; natación, futbol, tenis y  basquetbol, en fin era algo que disfrutaba y hasta la fecha lo sigo haciendo, por lo que lo continúo realizando de una manera recreativa. 

Sabiendo que la psicología se puede enfocar a diferentes ámbitos, busqué la oportunidad de trabajar en algo que estuviera relacionado al deporte y así poder juntar mis dos pasiones. Entonces busqué la posibilidad de estudiar algo relacionado a psicología del deporte y en encontré un diplomado en la UNAM. Buscando donde poder ampliar mi conocimiento, encontré la posibilidad de trabajar en el Comité Olímpico Mexicano (COM), como psicólogo del deporte.

 

Estar en el COM fue algo muy importante para mi, porque pude poner en práctica lo que había aprendido, además de que me dio la posibilidad de trabajar con atletas de alto rendimiento y así poder ampliar mis conocimientos en la materia. Trabajar en el Comité,  pudo materializar algo que yo tenía en mente desde que estudié la carrera. A la fecha ya no trabajo en el Comité, mi trabajo ahora es en Agalma y continuo viendo a atletas de alto rendimiento de deportes como: salto con garrocha, pentatlón moderno, atletismo, natación, boxeo, etc.

Lucía Pérez

La psicología ha estado presente en mi vida desde siempre, mi mamá es psicóloga y aunque no es terapeuta, gracias a ella supe desde muy chica que la carrera de psicología existía.

 

Acudí a mi primera terapia a los 8 años, ahí pude superar el miedo que tenía a la lluvia, el cual fue desencadenado porque mi casa se inundó; esa fue mi primera experiencia terapéutica y aunque no recuerdo mucho sí se que me ayudó a estar mejor y a dejar de sentir miedo.

 

Después de eso, a lo largo de mi vida y por diversos motivos, he ido muchas veces a terapia, por lo que sé lo difícil que es animarse a empezar, la sensación de llegar con un desconocido a hablar de lo que me ocurre y los nervios que dan.

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En la carrera de psicología tomé un seminario de violencia sexual y ahí fue que decidí que quería ser terapeuta, así que mi primera experiencia fue acompañando terapéuticamente a personas que vivieron violencia sexual y a partir de ahí he ido
sumando experiencias a mi ser terapeuta.

 

Por otro lado siempre he creído que la familia es muy importante, lo veía en las personas con quien trabajaba violencia sexual, aquellas cura familia era un apoyo el proceso era más llevadero. También lo he visto en mi experiencia, mi familia
siempre ha sido mi pilar, mi referencia y guía, así que por eso decidí trabajar con familias y parejas en mi consulta.

 

Hoy trabajo con personas que hayan vivido violencia sexual, con mujeres que vivan o hayan vivido violencia de pareja, con personas que quieran conocerse mejor o transitar alguna situación y con familias y parejas.


Mi trabajo me apasiona y disfruto el acompañar desde mi lugar como terapeuta a las personas que me lo permiten.

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